Este trastorno puede presentarse de diversas formas:

– dificultad a la hora de conciliar el sueño 

– dificultad para mantener el sueño 

– atravesar despertares tempranos 

– tener una mala calidad de sueño

Puede ser ocasional, relacionándose generalmente con una situación particular de estrés, o puede ser crónico.

Pese a que el estrés es una de las primeras causas identificables y tratables, hay muchos factores que influyen a la hora de lograr el sueño. El consumo de alcohol, tabaco, sustancias estimulantes, sobre peso, apnea, EPOC, hipertiroidismo y hábitos, entre otros, son factores sinérgicos que pueden empeorar este cuadro.

El tratamiento no farmacológico, que es el primero que debe abordarse, actúa sobre varios de estos factores, abordándolos desde prácticas que en conjunto forman la denominada higiene del sueño.

Entre las recomendaciones para una correcta higiene del sueño, se destacan:

– Condiciones ambientales: el área de descanso debe adecuarse para tal fin, cuidando las condiciones de luz, ruidos, temperatura. Es importante evitar el uso de pantallas dentro del área de descanso; televisores y celulares son una costumbre habitual que lejos de ayudar a conciliar el sueño, funcionan como un estimulo de vigilia.

– Rutinas: definir un horario para dormir y despertar, respetarlo e integrarlo de manera activa a la rutina diaria. Disminuir de manera gradual y consciente los estímulos previa hora de dormir, realizar solo actividades necesarias, incluir prácticas de relajación y respiración.

– Dieta: sumado a la recomendación general de mantener una dieta balanceada, se sugiere evitar cenas muy pesadas o escasas, como así también evitar alimentos que puedan contener cafeína u otros estimulantes cerca de la hora de dormir.

– Ejercicio: si bien es beneficioso practicar alguna actividad física para lograr un mejor descanso, deben evitarse las actividades de elevada intensidad durante la noche.

Ante la necesidad de implementar tratamientos farmacológicos, los grupos de ansiolíticos, sedantes y reguladores del ciclo circadiano son los de mayor interés. Las dosis, frecuencias y evoluciones de tratamiento deben realizarse bajo supervisión médica, a fin de controlar posibles efectos adversos, monitorear la evolución del paciente y realizar ajustes necesarios. El cuidado sobre el descanso resulta un pilar fundamental para lograr una buena calidad de vida.

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